Aristóteles dijo que éramos animales sociales pero ¿Qué quiso decir exactamente? ¿Qué teníamos que coexistir o convivir? Pues coexistir es fácil, cada uno a lo suyo y punto. Convivir ya es mucho más complicado. Conceptos tales como escuchar, pensar, saber que decir, como actuar...entran en el juego de la convivencia. Animal sociable, que uno necesita de los otros o viceversa, pues sí alguien puede valerse por sí mismo, o es un animal o es un dios. Y por mucho que nos empeñemos, seguimos siendo mortales, cuya existencia no es infinita y resulta tan efímera como un parpadeo ¿Qué es una vida humana respeto a la magnificencia del universo? Ser o no sociable, será la necesidad de hablar, aunque no digamos nada, de oír, no escuchar, otra voz que no sea la nuestra y otras ideas, lo que nos impulsa a estar en sociedad. Pero...¿No son acaso los sentimos lo que nos hace ser humanos? ¿No es ahí donde radica nuestra humanidad? Moral, ética, conciencia, querer, odiar...sentir. Nos hacemos daño todo el rato, de forma consciente o inconsciente, con malicia, sin pretenderlo ¿No es ser hipócrita? Sí todos sentimos lo mismo, en diferentes tiempos de la vida, sí todos llegamos a experimentar el odio o el amor ¿Por qué dañarnos mutuamente? No es mucho más fácil escuchar y usar la empatía, comprender lo que la otra persona nos dice, ponernos en su lugar. Tal vez el problema radica en que no nos conocemos, no sabemos quienes son, ni nosotros mismos ni el resto. Usamos y somos usados. Pueden que seamos solo actores que bailan en una gran mascarada y, que en cada acto cambian sus máscaras por la que más les convenga. Todo es un gran Carnaval Veneziano.
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